En tercera persona.

En las lenguas del mundo la persona gramatical es un rasgo obligatoriamente expresado en el pronombre personal. De tal modo, podemos hablar en primera, segunda y tercera persona del singular o el plural;  en tiempo presente, pasado o futuro. Lo que no contempla la gramática, en ningún idioma conocido, es la tendencia de hablar… de la tercera persona.
Hoy es muy común- de tan común, preocupante- que  al usual intercambio entre emisor y receptor se le agreguen epítetos nada lisonjeros  a terceros ausentes en un acto de deshonestidad, digno de estudios sociológicos, más que de repulsas.   Murmuraciones, verdaderas o falsas, en detrimento de los que no están presentes, causan desprestigio y daño moral  muchas veces irreversibles.
El rumor que se deriva de esta práctica, nada honrosa, se desplaza de una persona a otra, y sin  autenticidad comprobada, fomenta la desconfianza y la desunión,  antivalores fatales en estos tiempos de necesario andar apretado.
Según el diccionario, la palabra, “chisme” significa corte, rotura, división, por lo que sus consecuencias pueden crear reyertas y crisis de credibilidad en personas o instituciones que perduran  por largos periodos de tiempo.  
Los que practican el chisme acerca de terceras personas son calificados como, asesinos de neuronas, por esa manía patológica de discurrir acerca de temas banales que no aportan conocimientos u otros valores agregados a quienes escuchan.
 Diversos estudiosos de perfiles manifiestan que la necesidad del chisme se fundamenta en la frustración y los propios defectos de quienes lo practican. Teoría nada despreciable si se trata de aplicar la ciencia a ese tan difundido mal que aqueja a gran cantidad de individuos de ambos sexos.
Lo cierto es que dentro de los antivalores que amenazan a la sociedad, al  chisme, la calumnia y las mentiras urge situarlos en medio de la diana de la opinión pública para que no contribuyan a la desunión y la discordia, verdaderos objetivos de quienes nos odian por ser independientes y soberanos.