A quienes nos creen tontos
Cansados de escuchar calificativos que van más allá de la capciosidad y las obscenidades, es fundado llamar tontos a quienes nos creen tontos.
No, no es agudeza o recurso literario para llenar líneas ó suscitar polémicas; es la necesidad de plantear basamentos éticos elementales que sustentan la resistencia de los cubanos, esa que nos hace apretar los dientes y trazarnos el derrotero en pos de un futuro mejor, que si existe.
Cientos de cubanólogos y cubanólogas en el exterior suponen que los de la isla tenemos limitadas las posibilidades y el discernimiento para situar en tiempo y espacio las acciones que maquinan los medios en pos de crear el caos, la desconfianza y la desestabilización del país.
Maestros del manejo mediático, emplean miles de horas en el intento de desacreditar cada paso que da Cuba en política exterior o doméstica; escarpelos- autotitulados- de nuestro destino, pretenden vender a una buena parte de la humanidad la imagen satanizada de un país soberano; orquestando así el show que rinde excelentes dividendos y paga infinidad de nóminas macabras.
Entre los "catedráticos y catedráticas" que se emplean a fondo en tales disquisiciones agresivas, María Elvira Salazar es uno de los casos más interesantes. Periodista, hija de emigrantes cubanos, "especializada" en temas relacionados con la isla, ha hecho "carrera" saturando espacios televisivos con entrevistas a "testigos excepcionales" de los "desmanes" de Cuba, aderezando cada andanada con toneladas de acusaciones ridículas y contradictorias por demás, que pretenden retratar una realidad, no exenta de problemas, pero a todas luces distorsionada y manipulada en favor de intereses ajenos al concepto Patria.
Diseccionada de continuo – en la Web y otros medios- por los que ven en sus "encendidas polémicas" la comedia sensacionalista y las falacias que, ni por allá ni por acá interesan o convencen, la perfilan como dueña de una manía patológica de monologar, más que entrevistar, empleando el discurso despectivo contra los habitantes del archipiélago que provoca más de una opinión ceñuda como la de un cibernauta, que cito: "(...) cuando veo su programa me viene a la mente aquello que dijo el patriota Augusto César Sandino: "La ambición mató el derecho de su nacionalidad."
Al catálogo de "comunicadores" empleados a fondo en estos asuntos se han sumado en los últimos años algunos que abandonaron la Isla para arribar a la ciudad floridana con la perorata anticubana memorizada y el escozor de la pluma entre los dedos, preámbulo del pacto deshonroso que los situó- por un tiempito- en los ratings más altos de la teleaudiencia cubano- americana que, curiosa primero y decepcionada, después, los olvidó en pos de asuntos más importantes: no había nada nuevo que plantear, solo el chistecito político y el pujo, más evidencia de nostalgia que de ideal.
Diversos medios dieron cuenta del cierre del programa televisivo de Carlos Otero por la caída estrepitosa de teleaudiencia.
Varias generaciones de cubanos presenciaron el surgimiento y desarrollo profesional de este hombre que un día se decidió por la alianza fatal entre talento y poder, a costa de la ingratitud y la difamación de su tierra y sus antiguos compañeros de trabajo.
Apóstata que, en gesto increíble de subestimación a sí mismo, prefirió sumarse a la farándula de los mediocres y abandonó el camino de sus propios y bien probados talentos, para dedicarse a la detracción de todo y todos los que en esta isla propiciaron su amplitud en el campo de las artes y los medios.
Olvidó, antes de dar el paso, investigar a fondo la esencia del sistema: "it’s nothing personal, business are business, Otero; we are really sorry".
Los comentarios agregados a las noticias daban cuenta, primero, del espíritu de "decepción" de Otero- otrora emblemático en la conducción de programas televisivos-ahora desorientado y exhausto por el arreglo que lo llevara a mezclar competitividad con temas pasados de moda, que no encuentran arraigo entre los cubanos de allá.
Algunos, hasta le celebraron una especie de "juicio retroactivo" en el que lo caracterizaron como, "el mal actor que le hacía la media en sus programas a los verdaderamente buenos, y así se llevaba el gato al agua". Después de la hecatombe ha "emergido" un Otero que intenta desmentir tales "rumores", con lo que solo se hunde más y más en ese cieno en el que él mismo se metió.
Estas cuestiones, que siempre conducen a los hablantines, aduladores y mercenarios asalariados del imperio, al mismo embudo de descrédito y olvido, han hecho que, un número cada vez mayor de floridanos, hartos de farándulas divisorias, prefieran experimentar otros caminos, estrechar lazos de otra índole y sacar conclusiones muy personales acerca de nuestra realidad y de la necesidad de dar pasos en la dirección correcta, que transiten por el respeto a nuestra soberanía y a nuestra autodeterminación.
Al preguntar a un emigrado cubano, residente desde hace una década en los Estados Unidos, acerca de su ideología política, contestó: "El amor a mi familia, a la paz, a mis amigos, a mi tierra que no olvido y al trabajo que me hace vivir". Nada tonto el cubanito, que sobrepuso las influencias mediáticas y los revuelos políticos a valores universales que están llamados a unir a toda la humanidad en la lucha común para salvarse de la extinción.
Pensándolo bien, tiene doctrinas muy parecidas a las que hemos defendido los cubanos por 52 años, a costa de resistencia y enormes sacrificios; las mismas doctrinas que quisieran suplantarnos, las que definitivamente, no podrán derrotar.
¿Cuántos piensan así por aquí y por allá? Muchos, les aseguro que muchos...
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