Blogia
Mantua Visión

El Certamen de simpatías en las Fiestas Patronales de Mantua

El Certamen de simpatías en las Fiestas Patronales de Mantua

Uno de los eventos más sui generis de las Fiestas Patronales mantuanas de los años 50 fue el Certamen de Simpatías, en el cual por medio del voto popular se seleccionaban las muchachas más bellas, emotivas y gentiles del municipio.

Se trataba de un evento  orientado al disfrute del culto a la belleza externa e interna, a los buenos deseos, y a la reafirmación de la personalidad Mantuana, según los cánones de la época.

El Concurso celebrado en 1952 fue quizás el de mayor realce de entre los efectuados.

El 5 de julio de 1952 Ecos de Mantua publicó un artículo titulado: GRAN CONCURSO PARA ELEGIR LA REINA PATRONAL DE MANTUA MN. EN 1952.

Planteaba la publicación que la elección se verificaría por medio de votos emitidos, para los cuales se editó una tarjeta , puesta al alcance de la población con lo que las jóvenes Mantuanas de cualquier posición social tendrían la oportunidad de ser elegidas.

Como únicas condiciones impuestas por los organizadores, figuraban ser vecina del municipio, gozar de un buen concepto público, ser soltera, con más de 15 años y alcanzar, para figurar ante el jurado, un total de 500 votos válidos.

El jurado del evento seleccionaría una Reina y su Corte de cuatro Damas, las cuales figurarían en ese orden por el número descendente de votos acumulados. Los negocios y comercios patrocinadores premiarían a las damas seleccionadas con artículos, telas, vestidos, etc.

Ese año de 1952, formaron parte del jurado, el presidente del Patronato Por Cuba y por un Mantua Mejor, el Inspector Municipal de Agricultura, el Director de Ecos de Mantua, el Presidente de Unión Club, de Arroyos, el Presidente del Club de Dimas y el Presidente de la Junta de Educación


El Certamen de Simpatías suponía también una serie de actividades sociales con las jóvenes seleccionadas, como eran banquetes, recepciones y presentaciones públicas.

Para el paseo de la reina patronal y sus damas, se confeccionaba o gestionaba fuera del territorio una especie de carroza en la cual se realizaba el recorrido de este singular cortejo por las calles principales de la villa.

Al paso del carruaje el pueblo vitoreaba a la reina y su corte, las que, mostrando extrema parsimonia y poses graves saludaban a ambos lados.

Mirando objetivamente esta faceta de las Fiestas Patronales Mantuanas, llegamos a la conclusión de que el Certamen, alejado del carácter religioso en su esencia, era  otra iniciativa que daba realce al tono cívico de las festividades- salvando distancias.
Por otra parte, el impulso social que alcanzaron las fiestas con el Patronato se manifiesta  con este acto que de alguna manera imbuía a toda la colectividad, desde la selección de la reina y sus damas, hasta los paseos, pese a que partía de una idea de élites.

Las Fiestas Patronales no existen hoy día más que en la memoria de aquellos que las vivieron intensamente, colaboraron en su realización, o simplemente participaron de ellas como una de las mínimas opciones que en aquellos tiempos podían disfrutarse, con relativo bajo costo para las maltrechas economías de los guajiros y pobladores de nuestra villa.
Estas actividades cívicas, de forma intrínseca, más allá de lo pomposo y de la suma brillantez, tenían diversidad de matices sobre los cuales es necesario detenerse brevemente .

Las personas de color participaban de la misa, la procesión, del certamen de simpatías y de las actividades feriales que se ofrecían con motivo de la celebración, pero no de los bailes exclusivos de la sociedad blanca.
Para este fin, tanto en Dimas, en los Arroyos y en Mantua, existían locales para la llamada sociedad de color, donde dichas personas realizaban sus bailes y actividades sociales. En los campos, con motivo de la festividad, también prevalecía esta división de razas, realizándose los mismos en casas de tabaco, donde se dividía el mismo baile, con la misma orquesta, pero con una cuerda separando los blancos de los negros. .

Es un hecho cierto el carácter popular que tenían las diversas actividades que se preparaban los días de fiestas, así como la procesión  de la virgen por las calles de la villa y el paso de la reina y sus damas; sin embargo, la exclusividad de los bailes, la exquisitez de las recepciones a las personalidades, el disfrute diferente, el ángulo de visión opuesto respecto a la participación de los negros y mulatos en las sociedades y clubes que ofrecían sus servicios durante las fiestas son hechos que conspiraron contra la superviviencia de las mismas.
En otras palabras: el divorcio social, pese a los esfuerzos y las buenas intensiones, contribuyó en nuestra opinión, a la desaparición de la tradición blanca.

Las hipótesis más facilistas y justificativas apuntan hacia el lado que hasta el momento no a polemizado el tema: el factor Revolución en el Poder. En este sentido un porciento de personas atribuye el hecho de la desaparición de la festividad cívico- religiosa a las diferencias surgidas con una parte del clero católico radicado en Cuba, el que,  desde posiciones ultra conservadoras no aprobaba las medidas revolucionarias tomadas en beneficio de las amplias masas populares.

Es conocido que el Gobierno Revolucionario no se dejó provocar por los personeros de una política eclesiástica desfavorable al proceso social que se desarrollaba y trató con sabiduría la cuestión religiosa, observando un estricto respeto hacia las labores del culto religioso y sus feligreses.

No existe la más mínima evidencia histórica documentada u oral de la prohibición oficial de este evento; para analizar las causas de su desaparición a gran escala, es necesario centrar la atención en el hecho de que, aunque tenía un carácter cívico su esencia era marcadamente elitista y su organización corría, no solo por medios de la Iglesia Católica, sino también por los pequeños y medianos comerciantes, en su mayoría adeptos a gobiernos anteriores, quienes vieron el proceso como un freno u obstáculo inesperado a sus estilos de vida y optaron por la ruptura y la pasividad en todas las esferas de la vida social que se proyectaran fuera de sus portales.

Algunos permanecieron en la villa, otros abandonaron el país en las décadas de los 60 y los 70, por lo que los conocedores del verdadero know how de las fiestas Patronales, se diluyeron en sus propios puntos de vista, sus enclaustramientos o sus rupturas, ya mencionadas.
Otro elemento que influyó en la decadencia del carácter cívico de las Festividades del 5 de Agosto, fue, desde mucho antes del triunfo de la Revolución, la muerte, en 1955, de León Brunett, hombre de letras muy ligado al Patronato Local, fundador del Comité de Acción Pro Mantua, en la Capital del País, quien fuera además dueño del periódico Ecos de Mantua, en el cual dio, junto a sus colaboradores, la extensión, el redimensionamiento social y la publicidad a gran escala del 5 de Agosto.

Con la muerte del doctor Brunett, muchos de los proyectos Mantuanos, decayeron sensiblemente;  entre ellos desapareció el periódico, redujo su influencia el Patronato Local, hasta casi desaparecer en términos de su actividad y se sumió la vida Mantuana de los últimos años de la década del 50 en un letargo profundo despertando solamente con algún hecho inusitado, casi siempre producido por la acción de la lucha revolucionaria que se desarrollaba en toda la isla.

La celebración del 5 de agosto, se siguió llevando a cabo, pero sin las pompas de antaño, hasta que regresó al calor de los anchos muros de la Iglesia Mantuana y a los altos puntales de las casonas, para volver a ser exclusiva de los creyentes o devotos de la virgen que la han continuado adorando hasta el presente, dentro del magno claustro y en sus propias residencias.

No obstante, la costumbre festiva emanada de aquellas fastuosas fiestas cívico – religiosas, tomó derroteros alternativos a la luz de los nuevos cambios sociales.

Si posterior a 1959, un grupo reducido de la sociedad Mantuana optó por las formas antes mencionadas, la gran mayoría de la población no estuvo dispuesta a declinar el carácter cívico de las festividades, que era, en definitiva,  lo que movía los amplios sectores del público los 5 de agosto.
En tal sentido,  podemos mencionar, a nuestro juicio, cinco formas festivas en las cuales la población en toda su extensión dio continuidad a las fiestas.

En primer lugar, el hecho cierto de la celebración familiar del 5 de agosto, especialmente en el seno de aquellas familias en cuyos miembros más antiguos que aun viven, y en los que la tradición continúa enraizada. Se mantiene la festividad entre parientes y amigos, luego de los rituales religiosos, los bautismos, las comuniones, etc. Permanece la reunión familiar, la comida criolla, el coloquio y el intercambio.
Como antaño, acostumbran a estar presentes los familiares de La Habana, quienes se trasladan hasta Mantua para la ocasión.

En segundo lugar, la celebración de festividades como la Fiesta del Tayuyo
en Montezuelo, de la cual la tradición popular cuenta que, fue una usanza surgida en 1895, como parte de un intento por estimular la siembra del maíz, convirtiéndose posteriormente en una extensión de las fiestas patronales de Mantua, a realizarse en el mes de Agosto y de cierta manera manifestar adoración, agradecimiento y simpatías a la Patrona Mantuana. La fiesta del Tayuyo, devenida, como ya referimos, extensión de las fiestas de Nuestra Señora, se realizó hasta 1901. En 1970, se rescató la tradición hasta nuestros días, manteniendo su carácter cívico.

En tercer lugar, existe hoy día en Antúnez, poblado cercano a Montezuelo, un pequeño santuario dedicado a Nuestra Señora de las Nieves, objeto en el presente de peregrinación de los devotos de Mantua y Montezuelo. Los 5 de Agosto, un considerable número de fieles se traslada hacia el sitio referido y hacen ofrendas, votos y promesas ante la imagen de la Santa.

En cuarto lugar, las llamadas Fiestas de la Virama, en las que ha prevalecido el Certamen de Simpatías donde, se seleccionan las jóvenes más bellas, se les premia, corona y enaltece.
Estas fiestas, desprovistas de un sentir religioso, heredaron el aire nostálgico de aquellos tiempos, la tradición personal de aquellos primeros pobladores con inquietud de progreso, orgullo netamente mantuano y la pródiga versatilidad guajira que nos hace estar detenidos en el tiempo cuando vemos el desfile, las canciones y el espíritu que se apodera de las mismas.

En quinto y último lugar, debemos mencionar los Carnavales del verano, los que inicialmente se realizaban en agosto, pero debido a los problemas económicos enfrentados por el país en las últimas décadas se han subordinado a cronogramas provinciales, manteniéndose no obstante, tres días de fiestas.

(...)

0 comentarios