El parque de las Madres de Mantua.
Por los últimos meses de 1951, la Profesora de Instrucción Pública, Señorita, Gladys Morejón Soria, villareña de cuna, radicada en La Habana y ocasionalmente residente Mantuana, de la calle José Martí, propuso erigir un monumento dedicado a las madres de nuestra villa. Fueron tanta devoción e insistencia que los vecinos organizaron una comisión para recaudar fondos, los que en pocos meses resultaron suficientes para tan noble obra.
La Señorita Morejón, en persona, contrató los servicios del escultor, Tony López, un habanero que puso afán sincero en la obra encomendada, terminándola en el temprano abril de 1952.
En mayo, Antonio Capín, uno de los vecinos más célebres de nuestro pueblo se trasladó a La Capital, contrató un porteador y se fue hasta el domicilio del escultor de marras, donde embaló personalmente la estatua de “Las Madres” y se trasladó con ella por ferrocarril hasta Guane, donde arribó a las doce de la noche del siguiente día.
Una vez en la estación, otro Mantuano: Severo Serranos, lo acompañó en la vigilia, hasta que, en el camión de Carlos bordón, dedicado al tiro de madera en la zona, la trasladó hasta Mantua hasta depositarla en el mismo sitio donde fue erigida días después.
Aquel señor, Carlos Bordón, no quiso cobrar nada por su acción, argumentando que “’el también quería aportar un granito de arena a tan noble causa”
El sitio elegido, en el cual todos los Mantuanos de ayer y de hoy, disfrutamos de la pose tierna de la obra escultórica, está ubicado siguiendo la calle José Martí, a unos 700 metros del Monumento al Soldado Invasor, adentrándose en la Villa, a la derecha, en lo que todos se han dado en llamar “La curva”.
Cuentan los mayores que el pedazo de terreno escogido tenía un declive muy pronunciado, por lo que fue necesario rellenarlo y compactarlo reiteradamente para lograr el nivel adecuado.
Alrededor de la estatua de 146 centímetros, que representa una madre amorosa sosteniendo un niño en sus brazos, se situaron bancos semicirculares y aceras para el disfrute del lugar.
El once de mayo de 1952, día de las madres; en las primeras horas de la noche, con la presencia de las autoridades civiles y militares de la villa, alumnos de las escuelas públicas y demás pobladores se inauguró el primer Monumento de Homenaje a las Madres del Poblado y el Municipio.
Los niños recitaron poesías alegóricas y la consagrada maestra, Josefína Muñiz Carrillo, recitó entre sollozos y lágrimas, sus versos del alma.
El niño Francisco Peláez Quintana, vástago de la más antigua familia del poblado, leyó a manera de resumen un bello discurso que, junto a su ejemplar maestro, Roberto Carbonell Fors, preparó para la ocasión.
El 5 de agosto de 1952, con motivo de las fiestas por el Día de la Virgen, fue plantada una ceiba en el cause de una profunda zanja que limita el parque por su izquierda, entrando al mismo. Estuvieron a cargo de este simbolismo los alumnos y maestros de las escuelas públicas de entonces.
A partir de la inauguración del monumento, durante cada año, el día de las madres, por medio de la Junta de Educación, se reunía el pueblo para rendir el homenaje a las Madres Mantuanas representadas en la efigie.
Al triunfo de la Revolución esta tradición la retomó, hasta nuestros días, el Comité de Defensa de la Revolución, Antonio Rojas, de la referida demarcación.
Dulce y desafiante al paso del tiempo, se yergue el tótem de Las Madres de Mantua, protegido por los poderosos gajos de la ceiba que nació junto a ella, para la posteridad, y orgullo de todos nosotros.
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