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Hablando de libros: Los náufragos de Gardinalle.

Hablando de libros: Los náufragos de Gardinalle.

Más de una docena de botellas,  varios encuentros sexuales que la prosa dibuja hasta provocar el encabritamiento de quien lee,  un italiano buscador de tesoros, los sociales del poblado, dos escritores   y varias toneladas de jaraneo son el saldo de la novela, Los náufragos de Gardinalle, escrita a cuatro manos por los pinareños, Luis Hugo Valín y Enrique Pertierra.

Historia  sobre historia. La primera, una ficción, aluvión de jarana cubana que pone al mal tiempo buena cara, sin tomar la vida muy en serio, quizás por el adagio de que, “de ella nunca se sale con ileso”, en la que se entremezclan personajes de la vida real que hoy  trabajan, sufren y ríen en esta villa mantuana, con otros de ficción- algunos no  muy bien delineados- todos  representante de las hordas colonizadoras que fluyeron y fluyen  desde la civilizada Europa hasta esta tierra, primero de indias, ahora de rubias, mulatas y palmeras. La otra historia – sagrada para cada habitante de Mantua- subyace entre la jarana y constituye el elíxir sin el cual la primera nunca hubiese tenido sentido.

Bohemios no extraídos  de un cuento, bebedores empedernidos que, Náufragos… no recoge en todas sus complejidades,  son esos personajes reales de marras, capaces de recrear el día- a- día de lo sublime y lo ridículo en un pueblito como este del noroccidente pinareño. También la mujer sofisticada con su historia de inadaptación en el extranjero,  consorte del escritor visitante, la “Primera Dama”, mantuana  esposa del historiador Pertierra, sufrida y arisca que soporta los entuertos de su esposo, genio alcohólico incomprendido, del que no puede, ni quiere desprenderse,  y la típica mulata cubana, vendedora del alma, capaz de retozar con el extranjero Gardinalle para salir  toda añorante, en busca de un lance sexual con un cubanito de a pie, pese a los billetes del italo.

Así se teje esta historia de búsqueda del bergantín náufrago procedente de Italia, donde supuestamente vinieron los primeros europeos que pisaron el suelo de esta comarca, en la que fundaron la villa que hoy lleva el nombre de una ciudad enclavada en la península que da al mediterráneo.

Entre las claves implícitas del libro, está la de responder las posiciones contrarias a la hipótesis de Enrique Pertierra en su libro, “Mantua en Cuba, entre la historia y la leyenda”, acerca del origen italiano del poblado.  En entrevista concedida por el escritor al diario digital, Ecos de Mantua,  ya se adelantaban las tesis que el libro recoge, esta vez en una típica conversación de portal, con algunas copas y saladitos, escenario propio de una tarde dominguera en esta parte de Cuba. De entre la chanza, un elemento que calza lo que todos por acá dan por cierto en materia de orígenes.  

A los lectores de, Los náufragos de Gardinalle, les deseamos una lectura entretenida, llena de sonrisas, sobresaltos,  unas cuantas verdades cubanas y la curiosidad de ahondar en la historia mantuana, las más sui generis del occidente cubano.

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