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Breves líneas para Martí.

Breves líneas para Martí.

No hay un solo hombre o mujer en esta isla que no sepa del sacrificio de José Martí, Apóstol de la Independencia, para despertar en los cubanos de su tiempo el convencimiento y el vigor que la Patria encadenada demandaba. En momentos de zozobra, fue el guía, el pensador profundo, el político cauto, el  conspirador discreto, y  el revolucionario convencido,  en la magna empresa que significaba la libertad de Cuba.

De sus enseñanzas,  aquella que aun exhorta al andar en apretadas filas porque solo así es posible forjar pueblos y mantenerlos libres. “Con todos y para el bien de todos”, el legado revelador para cuantos  intentan ilustrar la unidad que da la fuerza y el amor que la sostiene, impoluta.

En enero de 1892, Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano,  órgano de acción, de lucha,  y proyecto para la paz en una sociedad donde la ley primera fuera el culto a la dignidad plena del hombre.  Cristalizados todos sus esfuerzos, el 24 de febrero de 1895 estalló la guerra de independencia y otra vez, los cubanos se lanzaron a la manigua. Con ellos, Martí, pues no hubo razón o argumento que pudieran retener al hombre digno que quiso afrontar su suerte junto a los guerreros que aunó para la lucha. 

El 11 de abril de 1895, el Apóstol, junto a Gómez y otros patriotas, desembarcó en tierra cubana: el sueño de batallar por su patria, se realizaba.

El 19 de mayo de 1895, en Dos Ríos, cubanos y españoles, cruzaron sus armas. Martí, esclavo de su amor, montó a caballo y se lanzó a la carga.  Minutos después, el  hombre que había sufrido a su patria, quizás, como ningún otro cubano, fue herido de muerte por las balas enemigas; así quedó sellado el pacto más sublime que la inmortalidad haya mediado, alguna vez, entre un hombre y su tierra.  Calló de cara al sol, como quiso, en los campos de la manigua irredenta.

Nos quedan sus escritos, sus versos y entre muchas otras cosas- pequeñas e importantes- su verbo útil, su tono sugerente y el puro compromiso, que nada pide y todo entrega, en el único afán preservar la independencia de Cuba. Su tiempo, es nuestro tiempo; de él somos.

 

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