Atrapado por las Series
Llevo semanas sin escribir una letra. Con la llegada de la noche, cuando los demonios laborales encabritan cabalgaduras para marcharse en retirada, comienza mi conflicto con los 127 caracteres del teclado.
Nada que objetar a la PC que resuma potencia e invita a hilvanar palabras; cual mágico ritual voy del password al explorer, y de ahí, a la carpeta donde archivo las series.
Días malditos en los que accedí a menguar mi afición por algún que otro filme para, definitivamente, dedicar las noches a visualizar el "engendro prefecto" de sorprendente unidad narrativa que persigo- pendrive en mano- para no perderme el capítulo de ocasión.
La chica de la esquina me trae, cada viernes, El barco, serie española que al final de la segunda temporada estuvo a punto de expirar producto a la crisis que azota al león hispano. La tarde que me trajo el capítulo primero de la tercera parte, la vi llorar y me alarmé. ¿Cómo es posible que una joven de 17 años experimente semejante pasión? Abochornado por juzgarla, pospuse un compromiso laboral, dejé para después el trabajo práctico de mi hija y me sumergí en las aguas que surca el navío perdido.
No quiero culpar a nadie, aunque debo mencionar que, mi hermano, es uno de los responsables de este mal. Excelente profesional, casi doctor en ciencias informáticas, lector incansable, politólogo que despunta y filósofo por naturaleza y formación, es también un fanático incorregible de, Revolution, Falling Skies y Walking Dead. De alguna forma, como quien no quiere las cosas, fue dejando un capitulillo en mi escritorio, una sinopsis en mi flash, una sugerencia para la noche del martes y finalmente, una ayudita para mejorar la PC que- antes- no podía "ver" videos en mp4 y matroska.
Para concretar su habilidad cooperativa, un buen día se apareció con una "ganga": hard drive de 500 gigas en cincuenta pesos convertibles.
- Vaya, para que copies las series de las que te hablé.
Nada, que el César dijo: "vini, vidi, vinci"
Otra fuente pro adicción fueron los "sociales" de todas las edades que se sumaron, buscando la primera, la segunda, la quinta temporada de, Fringe, Alcatraz, o lo que fuera, siempre que cumpliera con las exigencias.
Muchos estarán en desacuerdo con esta jugada para descargar en terceros mis propias debilidades. Solicito situarse en mi lugar cuando un fulano se acerca con un "Extraíble" de dos terabytes para "ofrecer" una actualización de entretenimientos favoritos, válvula de escape, e inyección contra el olvido de problemas mundanos. Habría que ver cuántos tendrían el valor de resistir.
En casa el mal se ha extendido. El vendedor de discos "sedujo" a mis hijas para que compraran la serie australiana, H2O, por demás, traducida por españoles, con todos sus "joder", "leches" y demás. Después de la escuela la hipnosis toma por asalto la mente de mis crías, y cada vez es más difícil sacarlas del trance para hacer los deberes, bañarse y comer, y ni hablar de muñes de la TV, que siempre son los mismos.
Al problema se suma el contagio de mi esposa con las novelitas mexicanas- todas con igual trama y desenlace- que la sórdida vecina le pasa por la ventana de la cocina, sin menospreciar la estrategia tácita de los canales nacionales- la crisis es terrible- que optaron por transmitir el mismo cake visual, haciendo honor a una máxima tan vieja como los conflictos humanos: "si no puedes contra tu enemigo, únetele".
Podría luchar contra esta adhesión, por ejemplo, leyendo un buen libro, dando una vuelta por las calles vacías, visitando un bar de "heavy drinkers", o encendiendo la TV para, Vivir del cuento con Pánfilo, o adentrándome en la hojarasca de, "Santa María del Porvenir"- culebrón nacional de ocasión pero, no sé por qué, no me motivo y, con disimulo, para que nadie se dé cuenta de mi ausencia, me voy a la PC con la segunda temporada de, Strikeback.
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