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Hábito de Lectura.

Hábito de Lectura.

Culpar la modernidad por la suplantación de un buen libro en pos de divertimentos más dinámicos, sería negar la dialéctica que supone el  desarrollo humano.  Por eso, indagar en la esencia educativa de las edades tempranas, donde se crean hábitos que han de perdurar de por vida, puede corroborar respuestas que, han permanecido frente a nuestros ojos, por años.

Las estadísticas en cualquier biblioteca pública, indican crecimiento. Pero el día a día de las bibliotecarias, o de quienes dedican un tiempo a estudiar este fenómeno, demuestran lo contrario.  Solo algunos niños acuden a estas instituciones donde, después de un tiempo en el que sacian la curiosidad, se marchan para no regresar.

Los universitarios, hacen uso de ellas, pero no es el placer de la lectura lo que los mueve, sino la presión de la carrera y, si, el tedio que genera la realización de tareas complejas que solo pueden realizarse con libros.

A la pérdida del hábito de leer se suman otros factores que han de superarse para que el impacto de un buen libro sea rotundo en un porciento cada vez mayor de lectores potenciales.    

Existen softwares como el Calibre, capaces de compilar millares de textos entre los bits de una PC.  Las tablets pueden ser llevadas a cualquier parte y, mientras esperamos un servicio, una entrevista o en momentos libres podemos sumergirnos en el placer de la lectura; solo que, tales adelantos, aun no están al alcance de todos.

El problema, no corresponde, por tanto,  a la modernidad, sino al debilitamiento de factores económicos, educativos y culturales que han acompañado a  niños y jóvenes hasta sus estudios universitarios, donde llegan con las lagunas propias de quienes jamás tuvieron el placer cómplice de vivir la gran aventura que proponen los mejores amigos del hombre.

Generaciones de cubanos se formaron entre libros. A la insistencia martiana por legar a los niños y jóvenes el tesoro incomparable de una buena lectura, se sumó la idea de Fidel para que el pueblo, en vez de creer, leyera. Por eso, lo  que un día fue asunto preocupante de otras sociedades en el hemisferio, hoy nos llama a la puerta con un símbolo de alarma en la mirada, que no debemos subestimar.

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