Salvador Allende vive.
El 11 de septiembre de 1973 Salvador Allende, presidente chileno, amigo de Cuba, entregaba su vida tras combate desigual contra los golpistas de Augusto Pinochet. Pese a los 40 años transcurridos, el eco ruin de las pisadas que aplastaron la democracia del país austral.
Justo antes de la toma del Palacio de la Moneda por los militares, el presidente Allende en medio de un trasfondo de explosiones y disparos realizó su última alocución al pueblo chileno a través de Radio Magallanes. Habló de su amor por Chile, de su profunda fe en el futuro, y sostuvo que su compromiso patriótico no le permitía tomar una salida fácil y ser usado como una herramienta de propaganda por quienes denominó, «traidores».
Así, al negarse a aceptar una oferta que le asegurara la vida, quedó sellada su determinación de luchar hasta el final.
Un anuncio oficial declaró que se había suicidado con un rifle de asalto, tesis oficial que, a lo largo de los años muchos pusieron en duda. El 23 de mayo de 2011 sus restos fueron exhumados, y el 19 de julio del mismo año, los estudios forenses confirmaron la teoría del suicidio como causa de muerte del presidente Allende. Según los expertos, la presencia de dos salidas de bala se debía a que el arma estaba en estado automático.
Despejada la duda legal, al cumplirse 40 años de la resistencia heroica de un hombre que prefirió inmolarse antes de ser títere de los intereses fascistas que, en nombre del imperialismo mundial, asesinaron y desaparecieron más de 40 000 ciudadanos chilenos en los 17 años de infame dictadura, no caben dudas de la naturaleza responsable de sus verdaderos asesinos.
Más allá de su holocausto personal Allende vive en la memoria de su pueblo y en corazón de todas las personas de buena voluntad, por fortuna, muchas en este mundo.
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